Más que reflexiones,
quiero compartir algunos sentimientos sobre la educación. Sin importar que uno
sea capitalista o comunista, ve la educación de la misma manera: la forma de
preparar al individuo para que trabaje y se inserte en el sistema económico. Y
de ahí, se “prepara” al individuo para el mundo laboral. Hacemos
miles de pruebas distintas para clasificar, estandarizar y optimizar el
desempeño del futuro empleado. Esa es la tendencia educativa del mainstream a
nivel internacional. Y esa es la reforma educativa por la que se viene peleando.
Hay mucho qué decir acá. Esta será la primera de una serie de reflexiones.
1.
El mito del docente-empresario.
A tono con la educación, muchas instituciones valoran el éxito
profesional de sus docentes. Y eso no está mal. No me malinterpreten: la
función de la educación es preparar al individuo para que (entre otras cosas) trabaje. Por eso, las
universidades buscan aliarse con empresas de formas insospechadas para mejorar
esa preparación con experiencias reales de empresa. Una de esas es la
vinculación como docentes a empresarios exitosos. Eso no está del todo mal,
pero hay un par de cosas que me preocupan.
Generalmente, un empresario gana bastante dinero con su
negocio si es alguien exitoso. Que entre a una universidad después de su
triunfo puede ser valioso. Sin embargo, no hay mayor garantía de que eso sea
muy exitoso. Se cree que ser docente es simplemente pararse con un tablero a la
espalda y hablar durante las horas que hay disponibles. No hay mayor compromiso
ni entrega, se prefiere examinar un plan de negocios a un parcial, se minimizan
las actividades de aprendizaje… incluso no por falta de vocación o deseo, sino
de preparación. Eso nos pega hasta a los filósofos: incluso para trasmitir
conocimientos a la antigüita, es necesario tener método, y hay métodos
probados. Hacer una evaluación no es hacer un juicio, sino medir de maneras no
tan simples y con variables bastante claras lo que se pretende en relación con
competencias, no es meramente un proceso de armar 5 preguntas cascarudas para
fregar al estudiante o 5 preguntas para regalarle el semestre. No quiero decir
que los empresarios tengan que quedarse fuera, yo me estoy convirtiendo en
empresario, lo que digo es que ser docente nos exige amor por lo que hacemos, y
a veces ese amor no está, o es un amor raro.
Pero hay algo más. La palabra docente contiene una palabrita
interesante: Doxa. Opinión. E docente es un opinador. Y como opinadores, no
tenemos la verdad. Pero el empresario (o profesional exitoso en general, no me
malentiendan) promedio no es consciente de eso y transmite sus conocimientos como
si fuesen verdades absolutas. Eso tiene al menos dos lados feos. EL primero, es
que es muy creído al hacer eso: bienvenido a la realidad, somos opinadores, la
verdad es un concepto bien diluido entre tinta y tinto. El segundo es que el
empresario, así lo haga con buenas intenciones, tenderá a crear copias de sí
mismo, a enseñar cómo responder ante problemas a la manera en la que él lo
haría… pero eso nos acaba quitando la creatividad, somos máquinas de clonación de nuestro ego… y lo
que nos sirve a nosotros, no necesariamente le sirve a los chicos, además nos
volvemos máquinas inflexibles de descabezamiento de la creatividad, porque el
que no lo hace como digo yo, lo tiene mal. Y eso es malo. Y así, no hay
conocimiento que avance. Y la educación está para hacer avanzar al mundo.
No es que los quiera
afuera… sino que si entran, entren bien. Y esto no sólo va para los
empresarios, sino para cualquier profesional exitoso.
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