martes, 20 de julio de 2010

Colombia: doscientos años de nueva colonia.

Hoy se celebra el bicentenario del grito de independencia de la Nueva Granada. Doscientos años después, más pequeñita y con otro nombre, celebramos pomposamente el bicentenario de la independencia (la primera de dos) del país. Colombia es el patito feo de una región que emprende políticas progresistas (aveces excesivamente progresistas, tanto que son retardatarias). Acá seguimos con el conservadurismo, buscando mano dura en los políticos y aplastando a la oposición por su pensamiento liberal. Las pasadas elecciones demostraron que acá queremos presidentes como el saliente Uribe, o el entrante Santos, o el mismísimo perdedor, Mockus, cuyas políticas no distaban de las del gobierno, con el agravante de ser gaseosas y faltas de metas. Pero eso ya pasó y ahora hay que mirar atrás. Llevamos doscientos años en guerra, sin reivindicar derechos sociales mínimos (como el derecho a la propiedad privada, que no sólo ahora es violentado por compañías multinacionales y el mismo gobierno) o el derecho a la igualdad. La libertad de expresión y de pensamiento es otra víctima de nuestra histórica incapacidad para exigir nuestros derechos. Tal vez no seamos fusilados por expresarnos, pero somos convertidos en “amigos de las farc” y “terroristas”. Pero esto no viene de ahorita, no es culpa de Uribe, sino de un pueblo dócil que rara vez se levanta contra el mal gobierno. Uribe era apoyado, ni Pastrana ni Samper tenían semejante apoyo, eran acusados por la sociedad de pésimo gobierno, pero ninguno cayó. Pensamos que peruanos y ecuatorianos son “indios”, pero esos “indios” no se la dejan montar.
“indios”. En Colombia nos insultamos diciéndonos indios. Queremos ser todo menos nativos, nos vanagloriamos de una cultura importada de África y Europa negando nuestras propias raíces. Eso empezó hace doscientos años, cuando en ese grito de independencia los blancos hijos de españoles, quienes no tenían los mismos derechos por su lugar de nacimiento, decidieron que la plata no seguiría en manos de españoles puros, sino que ellos, los criollos, serían los nuevos dueños del capital. Así sacaron a los españoles del territorio, fue una independencia de la élite blanca, pero que siguió con el exterminio y la servidumbre para negros, indígenas y mestizos. Y son ellos, los hombres blancos ricos descendientes de españoles, quienes nos siguen gobernando.
EN Colombia no hubo una real independencia, hubo un cambio de mando y un subsiguiente conflicto de baja intensidad que no ha durado cuarenta sino doscientos años, entre quienes quieren y quienes tienen el poder, y entre el pueblo contra el gobierno. La pobreza sigue rampando aunque haya crecimiento económico en un mundo al que el crédito mandó al demonio. Seguimos siendo colonia, nos independizamos de los españoles pero el pueblo rara vez sintió cambios (aunque los hubo). Cuando el pueblo se quería imponer, como con Gaitán, lo aplastaban. Seguimos creyendo en líderes naturales que nos guíen políticamente según su conveniencia, seguimos matando opositores, seguimos matándonos por trapos cuyo significado desconocemos y cuyos líderes oscuros gobiernan el país. Jamás consolidamos un estado real al servicio de los colombianos, por eso no es de extrañarse que tengamos una cultura institucional, pero no una de la legalidad. No pudimos consolidarnos como nación con metas comunes, jamás entendimos que todos jugamos en el mismo equipo y por eso ahora nos dicen que esa diversidad sin igualdades mínimas necesarias para conformar una nación es un premio y que esto es pasión, simplemente porque es sufrimiento y porque la racionalidad es incompleta. La demanda es la de siempre y las respuestas también: silencio. Colombia es ahora colonia de sí misma, de su élite y su clase política, de la misma historia que vivimos cansados de oír pero no de repetir. Acá necesitamos cambiar nuestro corazón, empezar a pensarnos como nación y empezar a tirar todos del mismo lado, no del lado de USA o Venezuela sino del de Colombia y de sus verdaderos dueños: nosotros.

Pd. Pásense por donde los patrocinadores, que un click no cuesta nada…