lunes, 28 de noviembre de 2011

Quinta reflexión: el problema no soy yo.



La empresa invadió a la universidad porque “los muchachos no salen preparados”. La universidad cambió con la ley 30, pero empezó a criticar a los colegios porque “los muchachos no salen preparados”. Los colegios empezaron a culpar a los padres porque “los muchachos no salen preparados”, llegando a abominaciones tales como los exámenes de admisión a kinder para ver si “los muchachos salen preparados y nos dejan de echar la culpa”.
Se malentendió el constructivismo como dejar que los muchachos hicieran lo que se les pegara en gana. Se malentendió tanto que se construyó la promoción automática, para que literalmente hicieran lo que se les pegara en gana sin consecuencias. Y los muchachos hicieron lo que se les pegó en gana: vivir sus vidas sin las ideas añejas y castradoras de las universidades. Y los seguimos culpando.
Los muchachos no salen preparados de ninguno de los niveles sin importar nuestro esfuerzo no por su culpa, sino de todos nosotros como sociedad. Queremos usar los métodos con los que aprendimos nosotros simplemente porque todo tiempo pasado fue mejor, la gente era más buena y decente que hoy, no lo olvidemos. Y no vimos que eso tampoco nos sirvió a nosotros y que eso del paraíso existió hace unos 5000 años, pero nosotros tampoco fuimos peras en dulce. Y los tiempos cambiaron. Los chicos no pueden hacer lo que se les entre en gana, pero en todos los niveles de educación apelamos al mito del padre castrador y queremos encarnarlo, cuando los chicos no temen ya a esa figura. La culpa es del que vino antes que nosotros, pero también nuestra. La pedagogía ya no es transmitir conocimiento, sino acompañar en la construcción. Y nos jactamos de decir eso todo el tiempo, pero lo olvidamos cuando entramos a un salón y convertimos a una persona en un a-lumno, en el que tiene la luz, como si nosotros la tuviésemos.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Cuarta reflexión: las TIC




Las TIC son una maravilla. Tecnologías de Información y Comunicación. Internet es una herramienta maravillosa. Nos permite hablar con gente que vive al otro lado del mundo como si estuviera en el cuarto de al lado. Recuerdo cuando hacer una llamada local era costosísimo, y de las fortunas que me gasté hablando con noviecitas en teléfonos públicos.
Pero en el aula son medio cansonas. Ahora los chicos están con sus teléfonos todo el tiempo mandando mensajes y evitando estar donde no quieren estar. Y eso no es bueno. Así mismo, en mi caso particular, mi clase se convierte en el peor soporífero cuando se prende un video beam. Y lo digo porque hasta yo me aburro.  Pero sé que ese es mi caso. Que mis diapositivas me limitan y me hacen hasta sentarme a mí, que parezco un resorte brincando por el salón.
Las TIC son muy buen recurso, pero sólo si se saben usar. Intenté utilizar los smarthphones en mi favor y tuve cierto éxito, no total por limitaciones de mi conocimiento tecnológico. Así mismo, ayudan a sacar notas de evaluaciones… pero no son todo. Especialmente, no son todo cuando no las sabemos usar. De mis colegas, quienes sepan usar powerpoint, adelante. Yo no. Y no pueden obligarme, que es lo que me preocupa. Estamos en una carrera por tener la mayor cantidad de fotos con montones de videobeams tan alocada, que nos estamos olvidando de lo realmente importante: construir conocimiento. Y por mucho que avance la tecnología, el computador no lo va a construir.

Tercera reflexión: viejos métodos, nuevos tiempos.



Me lavo las manos con la fácil. Y mis colegas también lo hacen. Y no niego que cuando a uno le da por la tiranía, siente ese sadomasoquista alborotado y feliz. Sado porque hace sufrir a los chicos. Masoquista, porque los hace sufrir con lo que les duele: notas, es decir, le toca aguantar evaluaciones sin sentido y producidas por la ira. Y toma: a calificar quices escritos con manos temblorosas.
La difícil es ser responsable. El condicionamiento no sirve. Si a Einstein le fue como una patada en el colegio, es porque su mente no funcionaba así. Y por eso fue un gran genio. Pero el método de adoctrinamiento y castigo está mandado a recoger hace mucho de los libros de pedagogía. Pero sigue pululando en las aulas. En parte por nuestro ego, en parte porque así aprendimos… Pero que una cadena haya pasado por generaciones no significa que no la podamos cortar.
¿Cuántos de nosotros sabemos o pensamos al “dictar” una clase en los aprendizajes colaborativos y significativos?” ¿Cuántos conocemos el modelo pedagógico de nuestra institución? ¿Cuántos lo aplicamos? Al ministerio de educación le llegan literalmente cajadas de carreta que no se aplica: los proyectos educativos institucionales y de programa. Dice cosas muy bonitas que nadie cumple. Y esas cosas tan bonitas son el éxito de las clases. Cambiar el método, llegar a métodos participativos y colaborativos, eso es el reto de la educación incluyente y democrática, no seguir con el todopoderoso profe, sin con uno un poquito menos poderoso, pero que refuerza a su estudiante para que salga adelante y le sirve, trabaja para él, no trabaja a pesar de él. Y esa es la difícil.

Segunda reflexión: La educación técnica.




La educación debe ser una forma en la que yo, un sujeto, alcance mis sueños. Punto. Por eso, hay gente que estudia finanzas y gente que estudia filosofía, porque nuestros sueños no son iguales. Ya es bastante con tener el mico de la sociedad en el hombro diciendo “estudie una carrera que sirva”.  ¿A cuento de qué ridículo prejuicio no puede un hombre heterosexual, un “macho”, estudiar diseño de modas? ¿Por qué una niña heterosexual no puede estudiar para ser entrenadora de fútbol? Y la sociedad lo traduce todo en una sola cosa: Plata. Si ud. no se gana 5 millones al mes, no le sirve esa carrera. Y metemos a nuestros hijos a estudiar lo que sea mientras paguemos bien caro y nos reditúe algún día. No miramos el enfoque de la carrera en esa universidad, la calidad real… y mucho menos, el objetivo de vida, los sueños del muchacho.
No deberíamos obligar a los chicos a escoger la carrera que nos gustaría, sino la que ellos quieran. Me ufano de decir que al menos tres de mis estudiantes desertaron de sus carreras con mi ayuda. Estoy esperando por el cuarto. Y creo que ese es el error que cometen los movimientos estudiantiles al suponer que la educación técnica tiene que ser como la de la universidad. Es simple: si quiero ser panadero, hago un curso técnico de panadería. ¿Por qué? Pues porque mi sueño es ser panadero. Si quisiera ser chef profesional, estudiaría gastronomía. Pero no, quiero ser panadero. Y que tengo que ser crítico e investigativo… eso no se aprende en la universidad, eso se AFINA en la universidad. Pero no podemos esperar una sociedad de altos intelectuales de la panadería y la plomería, mejor esperar una sociedad en la que el panadero hace un buen pan, el plomero hace bien su reparación… y ambos son felices como feliz soy yo siendo astrofísico o abogado o lo que sea. No todos nacimos con los mismos sueños, y la educación “igualitaria e incluyente” debe contar con eso. Si me importa pito ser teórico y simplemente quiero montar mi negocito, debo tener el derecho a hacerlo y a ser legitimado por el Estado para eso.

Reflexiones sobre la educación.


 Más que reflexiones, quiero compartir algunos sentimientos sobre la educación. Sin importar que uno sea capitalista o comunista, ve la educación de la misma manera: la forma de preparar al individuo para que trabaje y se inserte en el sistema económico. Y de ahí, se “prepara” al individuo para el mundo laboral. Hacemos miles de pruebas distintas para clasificar, estandarizar y optimizar el desempeño del futuro empleado. Esa es la tendencia educativa del mainstream a nivel internacional. Y esa es la reforma educativa por la que se viene peleando. Hay mucho qué decir acá. Esta será la primera de una serie de reflexiones.

1.       El mito del docente-empresario.
A tono con la educación, muchas instituciones valoran el éxito profesional de sus docentes. Y eso no está mal. No me malinterpreten: la función de la educación es preparar al individuo para que  (entre otras cosas) trabaje. Por eso, las universidades buscan aliarse con empresas de formas insospechadas para mejorar esa preparación con experiencias reales de empresa. Una de esas es la vinculación como docentes a empresarios exitosos. Eso no está del todo mal, pero hay un par de cosas que me preocupan.
Generalmente, un empresario gana bastante dinero con su negocio si es alguien exitoso. Que entre a una universidad después de su triunfo puede ser valioso. Sin embargo, no hay mayor garantía de que eso sea muy exitoso. Se cree que ser docente es simplemente pararse con un tablero a la espalda y hablar durante las horas que hay disponibles. No hay mayor compromiso ni entrega, se prefiere examinar un plan de negocios a un parcial, se minimizan las actividades de aprendizaje… incluso no por falta de vocación o deseo, sino de preparación. Eso nos pega hasta a los filósofos: incluso para trasmitir conocimientos a la antigüita, es necesario tener método, y hay métodos probados. Hacer una evaluación no es hacer un juicio, sino medir de maneras no tan simples y con variables bastante claras lo que se pretende en relación con competencias, no es meramente un proceso de armar 5 preguntas cascarudas para fregar al estudiante o 5 preguntas para regalarle el semestre. No quiero decir que los empresarios tengan que quedarse fuera, yo me estoy convirtiendo en empresario, lo que digo es que ser docente nos exige amor por lo que hacemos, y a veces ese amor no está, o es un amor raro.
Pero hay algo más. La palabra docente contiene una palabrita interesante: Doxa. Opinión. E docente es un opinador. Y como opinadores, no tenemos la verdad. Pero el empresario (o profesional exitoso en general, no me malentiendan) promedio no es consciente de eso y transmite sus conocimientos como si fuesen verdades absolutas. Eso tiene al menos dos lados feos. EL primero, es que es muy creído al hacer eso: bienvenido a la realidad, somos opinadores, la verdad es un concepto bien diluido entre tinta y tinto. El segundo es que el empresario, así lo haga con buenas intenciones, tenderá a crear copias de sí mismo, a enseñar cómo responder ante problemas a la manera en la que él lo haría… pero eso nos acaba quitando la creatividad, somos  máquinas de clonación de nuestro ego… y lo que nos sirve a nosotros, no necesariamente le sirve a los chicos, además nos volvemos máquinas inflexibles de descabezamiento de la creatividad, porque el que no lo hace como digo yo, lo tiene mal. Y eso es malo. Y así, no hay conocimiento que avance. Y la educación está para hacer avanzar al mundo.
 No es que los quiera afuera… sino que si entran, entren bien. Y esto no sólo va para los empresarios, sino para cualquier profesional exitoso.