sábado, 28 de junio de 2008

Gran Reapertura

Decidí reabrir este aparato. Mis muchísimos detractores estarán contentos porque tendrán por fin comidilla para criticar. No publicaré con la frecuencia en la que podía hacerlo antes, pero intentaré escribir un texto a la semana opinando sobre lo que se me pegue en gana, será una especie de columna tan seria y responsable como la de cualquier columnista promedio colombiano, es decir, una payasada que aunque uno crea que es seria, no pasa de blasfemias y tonterías.

Voy a reabrir con un tema curioso. Es, como raro, el presidente. Con el famoso proceso de la “Yidispolítica”, donde la excongresista Yidis Medina decidió contarle al mundo los sobornos que le prometieron para que votase a favor de la reelección presidencial, y así, terminar aprobándola. Resulta que el voto de esta señora acabó decidiendo el destino político del país y por ese voto estamos repitiendo presidente. Peor le quedaron mal, y la señora decidió mandar a volar a todo el mundo. Estamos en medio de una terrible tormenta política en Colombia, por lo que el presidente, desestimando el veredicto de la Corte Suprema de Justicia, ha decidido llamar a elecciones nuevamente. Qué tipo más pataletudo. ¿Elecciones nuevamente? Una cosa es que el acto de ley por el cual quedó de presidente sea evidentemente ilegítimo e ilegal, que los congresistas no lo hayan apoyado y que se deba a abusos de poder, eso es claro. Sin embargo, hay una gran diferencia entre el poder constituyente y el constituido. En una democracia, o en un país que pretenda ser democrático, el poder constituido son las instituciones que regulan la vida nacional, pero el constituyente es el pueblo que elige a sus gobernantes y así diseña sus instituciones. En Colombia, donde la mayoría de los políticos consiguen puesto a base de tamal, tejas y aguardiente, el poder constituyente como que no tiene ni idea de lo que elije, ni a quién elije, por lo que el poder constituyente en Colombia es el ciudadano ilustrado que vota conciente y racionalmente, es decir, la inmensa minoría.

Partiendo de eso, y aunque me duela aceptarlo, el poder constituido podrá haber elegido que la reelección presidencial no pasaba y cambiar su voto sólo por prebendas, pero el poder constituyente, el pueblo, eligió y por goleada al presidente, no quedó duda, se comió con papas a la oposición, aunque me moleste profundamente aceptarlo y siga considerando que el pueblo la embarró. Venir a poner en duda la legitimidad del presidente es ignorar que esto es una democracia, y creo que el único que la pone en duda es el presidente. El resto entendemos que a pesar de haberse brincado suciamente las reglas del juego, el presidente fue elegido por el pueblo y tiene una popularidad que ni Shakira, Juanes y Jota Mario juntos. Tiránicamente el presidente quiere mostrarse como gallito de pelea e intimidar a la oposición para intentar mostrarse como el hombre amado del país, y así poner en tela de juicio las acciones de las Altas Cortes, quienes entre otras cosas son el contrapeso y el balance que la constitución del 91 formuló para evitar los excesos del ejecutivo. Esto es una democracia y como democracia habló el pueblo en 2006, Uribe ganó las elecciones aunque haya habido clientelismo armado (en Colombia siempre lo hay) y lo que quiera. Esta es una falla en la matriz que puso de manifiesto el vicio mayor del feudalismo electivo (así llamado democracia representativa por los señores feudales): El gobierno no representa el sentir del pueblo, una contradicción en las preferencias del pueblo y el congreso de semejante tamaño nos revela que por nuestra forma tan autóctona de hacer política, por elegir al que nos hace el mejor bazar, por nuestra cultura política, por… por… por…, en Colombia tenemos todo menos un sistema representativo serio.