La Universidad es una empresa, y debe competir con calidad y
buscar su financiamiento. Esto dará escozor a algunos, pero mientras el sueño
de la igualdad de condiciones no se cumpla, tendremos que mordernos el codo. Pero
la Universidad no es cualquier empresa. Las empresas con ánimo de lucro -es
decir, cualquier empresa- buscan optimización, es decir, minimizar gastos para
maximizar beneficios. Las Universidades son entidades sin ánimo de lucro en
Colombia. Es decir, no operan bajo esa lógica, sino que todo lo que ganan deben
reinvertirlo en su función social. Parte de su función social, al parecer, es
pagar sueldos astronómicos a sus directivos. Miento, eso no pasa en todas, pero
sí sé de muchas.
Con el fin de sustentar sus astronómicos sueldos y para que
se vea la plata que se va en nómina, las universidades maximizan sus entradas.
No por medio de la producción científica, porque en Colombia los mayores
avances científicos parecen ser que hayamos descubierto cómo hacer explosivos
con base en tubérculos, básicamente porque son la única producción de la que se
escucha. Irónicamente, universidades de más bajo perfil dan mayores resultados
que las pomposas universidades más reputadas. Y los proyectos productivos poco
se ve que redunden en ganancia económica para la universidad sino para el
inventor, es decir, trabajamos individualmente y no en equipo. Eso no está mal,
pero hay mejores maneras de ganar todos.
Esa investigación academicocientífica debería ser el origen
de la financiación. Y aunque rasque decirlo, hay que crear para vender, para
ganar de alguna forma. Dejar de quejarnos y empezar a hacer. Lo que se hace
actualmente es recortar nómina de profesores y operativos, disminuir horas de
clase y quitar actividades de bienestar universitario a la vez que se aumenta
el número de estudiantes que acceden a la educación, dificultando la tarea del
profesor como mediador individual entre el estudiante y la actualización de sus
capacidades en potencia: tengo estudiantes de los que jamás aprendí el nombre.
Esos gastos deberían mantenerse si garantizan la productividad de la
institución, su autofinanciación y su reinversión. Además, hará mayor bien a la
sociedad que el gasto en aerosoles, limpiadores y tubérculos de cada marcha.