martes, 6 de diciembre de 2011

Séptima reflexión: Los fines de la educación.



La ilustración nos enseñó que el fin máximo del hombre son la racionalidad y el conocimiento. En ese sentido, uno de los grandes logros del espíritu es la freidora  humana de los Nazis: lograron hacer una línea de producción de la muerte: entra hombre, sale cadáver. Y eso a gran escala. Lograron hacer racional la mayor irracionalidad del hombre. Así mismo, los sistemas avalados como más racionales en la economía son un soberano sinsentido: lo más racional es dañar al prójimo y causar su pobreza económica. La filosofía no se ha quedado atrás: la moda (al menos en América) es desentrañar y destrozar a los clásicos para robarles toda la belleza por ser “irracional”.
EL fin de la educación también debe ser el conocimiento, pero no sólo eso. No debe ser el sufrimiento propio o del prójimo. La izquierda también hace sufrir, al menos a mí no me interesaría en lo más mínimo que se elimine todo arte burgués. Soy un burgués, y aunque no ande a la moda, todos tenemos derecho a vestirnos como se nos pegue en gana, no como al dictador se le apetezca. Y el que diga que mis palabras son falsas, debe recordar la revolución cultural de Mao y sus proezas dictatoriales. El sufrimiento no es el fin de la educación, es el realzamiento de los valores individuales, de las habilidades, los sueños y capacidades. Si usted quiere ser un teórico del derecho, puede hacerlo, y si prefiere ser un abogado de oficio, también. Pero no tiene sentido que unos y otros sean obligados a sufrir con lo que no les gusta. Es necesario, por supuesto, que el estudiante sepa en qué se mete, pero no que sea juzgado por eso, y eso es en lo que se convierte una calificación, especialmente cuando la asignatura no es de los amores del estudiante, lo cual nos obliga a replantear los niveles básicos de competencia de los programas, las exigencias tanto académicas como económicas, y la famosa flexibilidad, que he visto en bien pocos currículos.
 Educar es un acto de amor, pero el amor es de a dos, y en el amor no se sufre (en serio… de otra manera, bien pendejo el que se enamora).

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