La Ley 30 dice que la educación debe ser integral. Así como
el pan saludable debe ser integral. El problema de la analogía es que sabemos
qué trae el pan integral, mientras que aún no sabemos qué significa una
educación integral.
Intentaré responder la pregunta proponiendo una división
tentadora pero que me gusta aunque no sea mía. El ser humano está hecho de
cuerpo, emociones, espíritu y mente. Eso lo asume la educación básica y la
secundaria, pero no la superior. En la Universidad puedes echar cerveza, fumar
y conseguir barriga, además de acabar con tus hábitos alimenticios regulados:
días enteros comiendo pizza o empanada y a deshoras mientras corres de una
clase a la otra. Eso, a los 30, se llamará gastritis. Ni qué decir de mi Alma
Mater, donde los marihuaneros de toda la ciudad tienen carta blanca para
intoxicarse, haciendo que los que no consumimos estemos en riesgo ante las micro
mafias del narcotráfico en los pastales de la universidad. Por donde lo veamos,
la indefinición de lo que es la educación integral está acabándonos.
Estoy sugiriendo incluir el saber-ser como competencia rectora
de la universidad. En mi formación académica jamás tuve que hacer ninguna clase
de ejercicio físico. Muchos lo agradecimos en ese momento, pero cuando se
agotan los 20, el cuerpo empieza a manifestar su desacuerdo. Así mismo, la más
grande lección de ética la recibí del Maestro Fernando Zalamea en un solo regaño.
Eso nos obliga a replantear el modelo educativo tradicional y llegar a uno más
vivencial. Nada nuevo, ya se ha hecho. Hay que aplicarlo.
Así mismo, los profesores debemos asumirnos como figuras de
conducta. No tiene sentido que un profesor de ética acepte sobornos sexuales o
económicos de sus estudiantes. No tiene sentido que un profesor robe una
tienda, así sea para darle el botín a un indigente ignorando así el trabajo de
una cadena productiva entera (y exigiendo respeto después). Tal vez, no es tan
buena idea que los profesores seamos tan jóvenes. Aunque el problema no radica
en la juventud, sino en la conducta. La educación integral exige que el
profesor profese una buena conducta dentro y fuera del aula, esa es la dignidad
que debemos darnos.
El problema no radica en el conocimiento, sino en la
negación del ser a favor de esa esquinita llamada conocimiento.
2 comentarios:
Pues, ningún profesor debería aceptar un soborno ni económico ni sexual, ya sea de ética o de apresiación del queso. Es como que solo le pidamos obedecer la ley a los policías y nada más.
te sorprenderías...
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