viernes, 24 de octubre de 2008

¿Paz en Colombia?

No creo que llegue la paz a mi país. Así de simple. No sé si sea pesimismo, pero realmente creo que para que en este bendito país llegue a haber paz, se necesita mucho más que la simple eliminación física del oponente. Creamos el escenario hipotético de la eliminación física de los guerrilleros, o de la negociación con las FARC y el ELN. Al día siguiente, o mejor, después del guayabo fraterno que unirá a Cano con Uribe, o al presidente de turno con quien sea, subirá la tasa de desempleo, no sólo por los guerrilleros desmovilizados y desempleados, sino porque ya no habrá razón suficiente para sostener unas fuerzas militares monstruosas. Pero ¿qué pasará con estos desmovilizados de la guerrilla o el ejército? Seguramente atravesarán procesos de reinserción social y aprenderán algún oficio para trabajar.

Eso suena muy bonito, pero estamos en Colombia, un país con pocas salidas laborales. Supongamos que podemos creer ese mal chiste que busca poner a la guerra como el chivo expiatorio del desempleo y el calentamiento global. Supongamos que hay empleo. Estos reinsertados, primero, serán mal vistos por la sociedad y nuevamente excluidos. Segundo, van a obtener un empleo que apenas les de para comer, si es que les da para eso. Así las cosas, recordarán sus años en la montaña y su entrenamiento militar, recordarán los tiempos donde el pillaje les daba dinero suficiente como para vivir. Ahora, sin jefes, ellos serán los directos beneficiarios del dinero de los secuestros y las extorsiones. Y así, volverán a combatir en el monte, pero no como guerrillas comunistas o con ínfulas de serlo, sino como bandoleros y piratas terrestres que no buscan más que el lucro.

Ahora dejemos de imaginar: eso es lo que pasa con las bandas emergentes hijas del paramilitarismo. Los colombianos nos hemos acostumbrado a la salida fácil, el camino corto, el serrucho y la ventaja. Acá la ley es un elemento de negociación que se brinca cada vez que estorba. Ya probamos la sangre y el pillaje, la salida rápida que nos da mayores ventajas que el trabajo duro. No puedo proponer nada, no veo salida. Las condiciones justas sociales están fuera de discusión, y ese caballito de batalla del mamerto no es suficiente para encontrar una salida. Los colombianos necesitamos cambiar de corazón.

2 comentarios:

javierguillot dijo...

Estoy en gran medida de acuerdo con su análisis, estimado Mhaurizio.

La "pregunta del millón", por supuesto, es cómo vamos a hacer para "cambiar de corazón". Para dejar de preferir los atajos y las salidas fáciles frente al cumplimiento de la ley y la cooperación. Para estimar más lo "razonable" que lo estrechamente "racional". Yo creo que es posible. Pero hay que pensar cómo. Y con cuidado. Y luego hacerlo.

Sería interesante investigar casos de otros países donde han existido y posteriormente se han acabado guerras civiles prolongadas. Qué ha pasado en esos casos? Qué pasó en Vietnam después de su guerra? En Perú? En Sudáfrica?

Eso nos puede dar buenas pistas para refinar el análisis.

Un abrazo.

Mhaurizio dijo...

mmmm crtl+alt+del?

La verdad, y hacia allá he intentato guiar mi trabajo social, político y docente, creo que sólo la educación de las nuevas generaciones, de altos estratos y bajos estratos por igual, puede arreglar la cosa. Insisto en que me parece que la generación actual (eso nos incluye, Sr. Guillot) está perdida, pero que nuestro deber es trabajar por los que vienen tras de nosotros, por el futuro. Creo que sólo así podremos rebobinar el Cassette y cambiar el corazón de los colombianos.

un abrazo, mucha suerte don Guillot.