miércoles, 5 de marzo de 2008

Las Marchas del 4 de febrero y el 6 de marzo.

Ya hasta en mi casa me dicen guerrillero. Es parte de la polarización y la lógica paranoide, del juego en el que caen todos los que se unen irracionalmente a una posición, ya sea el uribismo o la oposición. Curiosamente, la izquierda me dice paraco. La misma lógica, pero desde el lado opuesto del espectro político.

No marché el 4 de febrero, donde millones de colombianos marcharon contra las FARC. Esta marcha polarizó al país por su condición sectaria, en tanto que marcharon contra uno de tantos grupos que ejercen el terror. Se llamó a otra marcha el 6 de marzo. Esta marcha busca protestar contra el terrorismo paramilitar y de estado. En ambos casos se marcha contra el terrorismo de un grupo en particular y no contra el terrorismo. Estas convocatorias se realizaron por Facebook, y en ambos casos critiqué exactamente lo mismo: no es una marcha contra el terrorismo y contra la muerte, sino una marcha de odios, dos carnavales del resentimiento.

La marcha del 4 fue acusada de estar parcializada al oficialismo, y no es raro que se diga cuando Uribe abiertamente rechaza a las FARC, ignora al ELN y es indulgente con los paramilitares. Una marcha contra las FARC es una marcha que se orienta contra el grupo que asesinó al padre del presidente. Curiosa coincidencia, aunque yo sigo sin ver una coincidencia. En un aire de revanchismo, las víctimas del terrorismo de Estado y de los paramilitares formaron una marcha contra quienes atentaron contra ellos. Y aunque no hacen marcha, las FARC son un grupo que nació por culpa de un estado ineficiente y agresivo contra los campesinos. Nótese que todos acá tienen un tipo de resentimiento, y la situación actual no es más que un carnaval de resentimientos y luchas personales. Lo más triste es que posiblemente una de estas cruzadas personales, con el apoyo de dos payasos de naciones hermanas, puede llevar a Colombia a un incidente militar internacional.

No marché el 4, y no lo voy a hacer el 6. Ambas marchas son marchas del odio, la exclusión y la intimidación, no hay espacio para la racionalidad, sólo para el resentimiento de un pueblo golpeado con fuerza, que ya se niega a razonar por ese sufrimiento. Ambas marchas son carnavales de la exclusión, de una pretendida mayoría que le dice a una minoría “hey, soy más fuerte que tú”, una forma de intimidación, tiranía de la mayoría en el sentido más literal del término.

Me han llamado guerrillo y paraco, tal vez porque aunque tengo una ideología, intento ser lo más crítico posible tanto de mi posición como de la del Otro. Simplemente porque creo que así es que se construye nación, que así es que se hace democracia, con la cabeza y no con la barriga, dialogando y no intimidando, sin marchas ni hipocresías, sin excluir al otro sino invitándolo a nuestra mesa, conociéndolo, mirándolo a los ojos y encontrando el ser humano en él, sin resentimientos disfrazados de supuestas posturas políticas. Que me sigan llamado como quieran. El país está al borde de una guerra justamente por la pugnacidad connatural al hombre, el resentimiento y la admirable incapacidad para dialogar.

No hay comentarios.: