domingo, 26 de abril de 2009

Liberación femenina y liberación sexual.

La ventaja de no ser una popstar de la blogosfera es que puedo mantener mis opiniones casi impolutas de pensamiento ajeno, y al expresarlas, parecen auténticas. Hoy nuevamente voy a montar dos posts. Hace rato no escribía en mi despeñadero mental más que una parodia a la poesía japonesa, cuya calidad haría querer a un Shaolin agarrarme a Karatazos. Pero hoy quiero escribir algo más serio.

Una amiga mía sostiene que la liberación femenina se estancó por la liberación sexual, en tanto ahora las mujeres buscan marrano para que las mantenga por medio de su entrepierna. Esto ha sido siempre así. Pero venir a culpar a la liberación sexual…

La liberación sexual supone el derecho de cada quién, especialmente de las mujeres, a decidir sobre su cuerpo. Quedó truncada en los ochenta por el SIDA, pero ha seguido mediante el uso de métodos de protección, aunque no avance como antes. Hace unos días vi entrar madres con sus hijas a profamilia en un acto responsable y que asume que los jóvenes empiezan su vida sexual cada vez más temprano. El cuento no es ya pretender que a gente no tire, sino que sea responsable al tirar.

Eso es parte de la liberación femenina: la mujer asume el derecho sobre su cuerpo, vedado al padre y luego al marido. La mujer infiel se apredeaba mientras el hombre infiel se admiraba. Si una mujer decide usar su cuerpo como le plazca y ser lo que llaman una “zunga”, entonces tiene derecho a hacerlo. Básicamente pasa porque la mujer debe tener tanto derecho como el hombre a decidir sobre su cuerpo, y si una un hombre puede ser lo pipiloco que desea, la mujer también tiene derecho. Así mismo, tiene derecho a ser territorial con sus hombres y a poseer más de uno. O eso en el papel, sinceramente sé que la monogamia es algo antinatural, pero creo firmemente en ella (ahí se me salta el miserable godo que todos llevamos dentro. La razón es impotente contra las pasiones).

Pero el problema central de adoptar esa posición es de salud pública. Las enfermedades de transmisión sexual (SIDA, Hepatitis, ladillas…) se pasan en parte por andar de pipilocos o cuquiflojas. Ese es el problema central de la adopción de esta posición. La sexualidad debe ser responsable. Pero negar a la mujer el derecho a ser lo descocada que desee mientras no se le niega al hombre, es mantener los patrones sexuales tradicionales, donde la mujer no puede decidir sobre su cuerpo: ya no les damos pedradas, ahora las vemos como seres infernales y las culpamos de los males del mundo. Pues señores, la mujer tiene tanto derecho a ser una zunga como el hombre, y a ser territorial, a ser obsesiva, a preocuparse por su situación sentimental, a pensar en sexo y a todos los comportamientos que se nos imputan a los hombres. Aunque siendo serios… no deberían tenerlos, al igual que los hombres tampoco deberíamos comportarnos así. Es cuestión de salud física y mental…

1 comentario:

Unknown dijo...

Es interesante el modo de ver, ademas la manera que aborda el problema de la salud pública por los "pipilocos" y las "cuquiflojas"